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La Nación: "Excelente"

“Imprenteros tiene, entre otras capas y gramajes, la delicadeza de abrir puertas y cerrarlas de manera tan poética como las fotos de Sergio, como la complicidad de los hermanos Vega, como esa potente coreografía grupal mientras suena la maquinaria de una imprenta desplazada a esta potente maquinaria escénica cuya mejor operaria es Lorena Vega.”

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Alejandro Cruz, La nación, 17/09/2018 

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Clarín: "Excelente"

“Lo catártico de Imprenteros no le quita lo ocurrente, placentero ni magnífico. Será eso: Imprenteros divierte, pero también inquieta. Nada es turbio ni perturbador, pero Vega se las ha ingeniado para que todo el dolor, la risa, el sentimiento que alberga en su interior nos llegue como tamizado por la anécdota.”

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Pablo Scholz, Clarín, 22/09/2018

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Página 12: Calificación 8

“En una apelación a su historia familiar y como homenaje a su padre fallecido, la actriz y dramaturga sitúa la acción en una antigua y artesanal imprenta: una semblanza que no recae en clichés ni golpes bajos e investiga los vínculos familiares con humor”

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María Daniela Yaccar,   Página12,  23/11/2018 

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Página 12 – Las 12

“En Imprenteros Lorena Vega consigue hacer de lo que falta una continuidad de situaciones enlazadas por su relato. La palabra de la autora, protagonista de los hechos reales, opera como una interrupción de la ficción recreada o, tal vez, ese volver a los sucesos desde la actuación sea la verdadera intervención que el teatro realiza sobre los recuerdos. Suerte de biodrama que hace del testimonio, de los
documentos gráficos, de las fotos, la marca de una serie de conductas que la actriz, también desplazada hacia el rol de directora, lee para desmenuzar el drama familiar y convertirlo en una pequeña epopeya.”

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Alejandra Varela,  Suplemento Las12 – Página12,  28/09/2018 

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Revista Cabal

“Imprenteros es una pieza escénica que vale la pena ver. Tiene emotividad y humor, soltura plástica, colores como los magenta, cian, amarillo y negro de las impresiones. Pero hay dos momentos que son antológicas y es un deber señalarlos: uno es en el final, donde la puesta arma una coreografía muy original y llamativa en la que los actores, bajo el influjo de los sonidos de un taller tomados como música de fondo, reproducen con su cuerpo varios de los movimientos que se suelen hacerse durante una jornada de trabajo. El otro pasaje remite a la época en que Lorena cumplió quince años y el padre, en principio, se rehusaba a imprimirle las tarjetas de invitación. Este episodio es recreado con el concurso de los actores, pero luego se proyecta un video que registra imágenes de la fiesta real de esos quince y se produce allí uno de los momentos más desopilantes del biodrama.”

 

Alberto Catena, Revista Cabal  Diciembre 2018

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